miércoles, 21 de junio de 2017

La Sinfonía Musical


La Sinfonía










Una sinfonía es un tipo de composición musical para la orquesta (aunque actualmente es común encontrar sinfonías para pocos instrumentos), dividida en cuatro movimientos, cada uno con un momento y estructura diferente. Son famosas las sinfonías de Haydn, Mozart y Beethoven en el período clásico. La forma de la sinfonía ha variado con el tiempo entre el período clásico, el romántico y el siglo XX, por ejemplo, las contemporáneas de Arthur Threisher son de tres movimientos. El tamaño de la orquesta no es necesaria para interpretar una sinfonía, en general, ha crecido con el tiempo: mientras una orquesta de cámara con un par de docenas de instrumentos es suficiente para interpretar una sinfonía de Haydn, una de Gustav Mahler puede requerir varios centenares de intérpretes.

La sinfonía probablemente alcanzó su madurez con Beethoven. Sus sinfonías solían tener un primer movimiento Allegro de forma sonata, un movimiento lento (a veces en forma de tema y variaciones), un movimiento con ritmo ternario (usualmente un scherzo, anteriormente lo común era un minué y trío), para finalizar con otro movimiento rápido (rondó). (Existen sinfonías con un último movimiento escrito como forma sonata). La sinfonía nace en Italia, en 1730, y se convierte en el género más demandado e importante de esta época, aparecía como primera pieza de un concierto público y cumplía un carácter unificador.

En un principio se interpretaban sin que tuviera relación con lo que se interpretara después. Toma aspectos de las oberturas de las óperas francesas e italianas, su estructura sigue el modelo de Koch: allegro, andante y lírico, allegro ritmo de danza, (minueto), con estilo homofónico y sin división entre solista y orquesta como ocurría en el concierto. Esta estructura se da también en conciertos, suite orquestal y algunas sonatas de Corelli. Es a Stamitz a quien se atribuye la aplicación del esquema forma de sonata al primer movimiento. Su forma sigue el modelo de Koch (forma binaria extendida), se divide en 3 o 4 Movs, y su estilo es homofónico. Su principal representante es Sammartini.


Hay una larga lista de compositores que han abordado el género sinfónico. De entre ellos destacan unos cuantos cuyo valor se caracteriza por ofrecer un ciclo sinfónico completo de alta calidad, coherente con su línea vital y en el que, aunque puedan destacarse algunas sinfonías, todo el ciclo es de elevada calidad. Los compositores que han frecuentado con más fortuna el género han sido:

Franz Joseph Haydn: frecuentemente considerado como "el padre de la sinfonía", sus 104 sinfonías compuestas entre 1757 y 1795 constituyen la mejor referencia para conocer la evolución de esta forma musical, que tuvo su origen en la obertura italiana de ópera. Su interés no es solo histórico: esta impresionante serie, tomada en su conjunto, representa una cumbre de la producción musical de Occidente. Aunque merezca la pena oír todo el ciclo completo, destacan grupos de sinfonías, como las "Sturm und Drang" o las sinfonías Londres.
Wolfgang Amadeus Mozart: Las sinfonías de Mozart están numeradas hasta 41 (aunque en realidad son más, ya que hubo interpolaciones posteriores a la numeración, por lo que, según cómo se cuenten, llegan a ser unas 50). En el caso de Mozart, las primeras 20 pueden considerarse como obras juveniles y con escasa personalidad propia. Las más interesantes son las 21 últimas, siendo las más importantes: la 25, y las llamadas «6 últimas», es decir, la 35, Haffner (1782), la 36, Linz (1783), la 38, Praga (1786) -la 37 no existe en el catálogo- y la 39, en mi bemol, la 40, en sol menor y la 41, Júpiter, compuestas en 1788. Ludwig van Beethoven: compuso nueve sinfonías. El ciclo completo es una obra maestra en sí, aunque destacan la 3.ª, Heroica, la 5.ª, la 6.ª, Sinfonía Pastoral, la 7.ª, la 8.ª, y la novena, la Sinfonía Coral. Durante algunos años se le atribuyó una llamada "Sinfonía nº 0", descubierta a inicios del siglo XX y de la que hay registros en disco de pasta, hasta que se le quitó la atribución beethoveniana, hacia los años '60.

Franz Schubert: 9 sinfonías siendo las más célebres la n.º 8, denominada "Inconclusa" (o "inacabada") por faltarle el tercero y cuarto movimientos, y la n.º 9, denominada "La grande".

Johannes Brahms: 4 sinfonías. Brahms fue continuador de la obra sinfónica de Beethoven (de hecho su primera sinfonía recibió el apodo de "10.ª de Beethoven". Todo el ciclo es de gran calidad, destacando la 1.ª y la 4.ª.

Hector Berlioz: 4 sinfonías. El compositor francés es un caso especial del sinfonismo. Sus sinfonías, majestuosas y revolucionarias, allanaron el terreno para la aparición de nuevos géneros más propios del período romántico, influyendo en compositores como Mahler o Richard Strauss. La Sinfonía fantástica, la concertante Harold en Italia o la coral Romeo y Julieta son los más claros ejemplos.

Antonín Dvořák: 9 sinfonías. Frecuentemente eclipsadas por la 9.ª (del Nuevo Mundo), el ciclo sinfónico de Dvořák es una sorpresa de alta calidad y elevada inspiración melódica. Son excepcionales la 6.ª, 7.ª y 8.ª.

Pyotr I. Tchaikovski: 6 sinfonías. Son especialmente importantes, y las más conocidas, las tres últimas: 4.ª, 5.ª y 6.ª (Patética).

Gustav Mahler: 9 sinfonías y el Adagio de la inconclusa 'décima'. Mahler supone una ruptura con el estilo sinfónico tradicional. A partir de él se da una gran crisis en la sinfonía, siendo pocos los autores que destacan en este género (aunque años después se volvió al interés por el mismo). Las sinfonías de Mahler hacen uso de recursos muy variados, tanto en la temática, como en la instrumentación y el tratamiento de las obras: voces solistas, coros, inversión del orden de los movimientos, etc.

Anton Bruckner: 9 sinfonías (más dos sinfonías de juventud: la 0 y la 00). La obra sinfónica de Bruckner es de concepción grandiosa. En ella abundan las melodías inspiradas en la naturaleza, y en el misticismo religioso. Requieren grandes orquestas y normalmente superan la hora de duración. Destacan la 4.ª y la 7.ª.

Dimitri Shostakóvitch: 15 sinfonías. La obra de Shostakovich es un verdadero reflejo tanto del espíritu y el genio compositivo de su autor, como de la evolución del siglo XX desde la perspectiva de la Rusia soviética. Su evolución va desde las modernas y atrevidas primeras sinfonías, la vuelta al clasicismo y la tonalidad en la 5.ª, el fervor patriótico en la 7.ª y 11.ª o la introspección personal en las dos últimas.

Sergéi Prokófiev: 7 sinfonías. Estas obras son prueba del eclecticismo de su autor, yendo desde obras con ritmos furiosos y atrevidas armonías, hasta otras de corte más clásico. Destacan la 1.ª y la 5.ª.

Jean Sibelius: 7 sinfonías. Profundamente inspiradas en los paisajes finlandeses y en las referencias del folclore nacional, poseen una gran inspiración melódica y un ambiente característico, siempre dentro de la tonalidad. Destacan la 2.ª y la 5.ª.

Ralph Vaughan Williams: 9 sinfonías. El paisaje y el folclore inglés también son un referente de este ciclo sinfónico de altísima calidad. En este caso, aunque la unidad y coherencia es grande, cada sinfonía tiene un lenguaje muy particular, culminación de los distintos momentos compositivos del autor: desde la coral 1.ª, la programática 2.ª (Londres), la pastoral 3.ª, las disonantes 4.ª y 6.ª, la mística 5.ª, la fílmica 6.ª y las experimentales 8.ª y 9.ª.

Un vocablo griego se transformó en el latín symphonĭa. El concepto llegó a nuestra lengua como sinfonía: un conjunto de instrumentos musicales y/o voces que suenan simultáneamente y de manera acorde.Por extensión a este significado, se llama sinfonía a una composición creada para ser interpretada por una orquesta. Lo habitual es que una sinfonía se divida en cuatro movimientos que se diferencian entre sí por la estructura y el tiempo. Existen, sin embargo, sinfonías con otra cantidad de movimientos. Las sinfonías, por otra parte, pueden ser interpretadas por distintos tipos de orquestas. Hay algunas que son interpretadas por más de un centenar de músicos, mientras que otras pueden ser ejecutadas por apenas una decena. La cantidad de músicos necesarios para ejecutar una sinfonía ha ido cambiando a lo largo de la historia; más precisamente, ha aumentado, y esto se puede apreciar claramente al comparar un concierto dedicado a la obra de Haydn y otro, a la de Gustav Mahler, por ejemplo, ya que para el primero basta una pequeña orquesta de cámara, mientras que para el segundo puede ser necesaria una cuyos músicos se cuenten en centenares.

Como es de esperarse, esto repercute notablemente en el carácter de las obras y en las sensaciones que la música transmite a los oyentes. Si bien un solo músico es suficiente para expresar desde la paz hasta la ira, un movimiento inspirado en una guerra resulta más impactante cuanto mayor sea el número de intérpretes.

A lo largo de la historia, muchos compositores alcanzaron la popularidad gracias a la calidad de sus sinfonías. Uno de ellos fue Wolfgang Amadeus Mozart, quien numeró 41 sinfonías pese a que compuso varias más.

También pasó a la historia Ludwig van Beethoven, autor de nueve sinfonías. El movimiento final de la “Novena Sinfonía”, que incluye fragmentos de la “Oda a la alegría” de Friedrich von Schiller, es una de las composiciones sinfónicas más famosas.

Johannes Brahms, Franz Shubert, Gustav Mahler y Pyotr Tchaikovski son otros compositores que alcanzaron un gran reconocimiento por sus sinfonías, las cuales incluso en la actualidad suelen ser interpretadas por orquestas de todo el mundo en diferentes conciertos.

El concepto de sinfonía coral, por su parte, es una composición que tiene como intérpretes un coro de cantantes, una orquesta y a veces también algún solista. Por lo general, estas piezas tienen una apariencia similar a la de la sinfonía, desde un punto de vista funcional y estructural, y por eso reciben este nombre. La primera persona en acuñar el término de “sinfonía coral” fue el celebrado compositor francés Hector Berlioz, una de las figuras más destacadas del romanticismo musical, quien se valió de él para la descripción de “Roméo et Juliette“, para muchos considerada su obra cumbre. La Novena Sinfonía de Beethoven, mencionada más arriba, puede ser considerada la antecesora directa de este tipo de sinfonía, ya que se trata de la primera obra conocida que da la misma importancia a la voz humana que al resto de los instrumentos, en el contexto de una sinfonía, y esto se aprecia en la escritura de las melodías, pero también en la calidad y profundidad del texto escogido.

Cabe destacar que la idea de sinfonía también se utiliza en otros ámbitos más allá de la música, con referencia a la armonía que existe entre colores o, de manera simbólica, al estado de aquello que funciona a la perfección.

Por ejemplo, en el ámbito de la cocina es común oír que un plato delicioso es “una sinfonía de sabores para el paladar”, y esto hace referencia a la amplitud de sensaciones satisfactorias que experimentan quienes lo prueban. Del mismo modo, como se menciona en el párrafo anterior, es posible describir un cuadro o una imagen muy agradable como “una sinfonía de colores”.

Se suele decir que la sinfonía es una “sonata escrita para orquesta”. Es una composición de grandes proporciones que tiende a utilizar prácticamente todas las posibilidades de la orquesta.

Su planteamiento suele ser similar al de la sonata, aunque en vez de los tres movimientos que normalmente tiene ésta, la sinfonía suele tener cuatro: un movimiento inicial más o menos rápido (allegro) seguido de un segundo movimiento más lento (adagio o andante). El tercer movimiento suele ser algo más rápido de nuevo (generalmente un minuetto) y el cuarto movimiento es mucho más rápido (presto o vivo).

El hecho de que la orquesta puede generar multitud de timbres, da lugar a que cada uno de los movimientos resulte más largo, ya que los desarrollos pueden ser más extensos. Esto dio lugar a finales del siglo XIX a composiciones mastodónticas que necesitaban orquestas sinfónicas de grandes proporciones.

Es frecuente añadirle algún apelativo o nombre a la sinfonía, delimitando algún lugar, o algún carácter definido. Un apelativo usado en ciertas ocasiones es el de Sinfonía concertante. Este término define a una sinfonía donde existen ciertos solistas; es decir, es una sinfonía que se comporta casi como un concierto, ya que posee dichos solistas que interpretan sus cadencias facultativas. El término lo utilizó Mozart en su obra Sinfonía concertante para violín y viola en Mi bemol mayor KV364(320d).

Un término ligado a la sinfonía y copia de ella es la Sinfonietta, que como su nombre indica, es una sinfonía de formato menor, con menos pretensiones estructurales y de desarrollo. Dicho término se cree que fue utilizado por primera vez porRimski-Korsakov en su obra Symphoniette sur des thèmes russes op.31. Después de él, otros compositores han utilizado este término, entre ellos Prokofiev, Sibelius, Britten y Janacek.
Una sinfonía es una obra a gran escala para orquesta, que por lo general se divide en cuatro o más secciones separadas llamadas “movimientos”.

Esta es la definición técnica. Pero sin embargo, el sólo hecho de mencionar los nombres de famosas sinfonías (de Beethoven, la Quinta, la Heroica, la Novena; de Mozart la No. 40, la Júpiter; la Sinfonía Inconclusa, de Schubert; la Italiana, de Mendelssohn; la Primera, de Brahms; la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak; la Sinfonía Patética, de Tchaikovsky; Resurrección, de Mahler) es evocar todos los mundos de belleza y grandeza musical. Por más de doscientos años las grandes sinfonías de los grandes compositores han sido las piedras fundamentales del repertorio de conciertos, y las mismísimas piezas que, para muchas personas, simbolizan la música clásica.

Una sinfonía es una obra a gran escala para orquesta, que por lo general se divide en cuatro o más secciones separadas llamadas “movimientos”.

Esta es la definición técnica. Pero sin embargo, el sólo hecho de mencionar los nombres de famosas sinfonías (de Beethoven, la Quinta, la Heroica, la Novena; de Mozart la No. 40, la Júpiter; la Sinfonía Inconclusa, de Schubert; la Italiana, de Mendelssohn; la Primera, de Brahms; la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak; la Sinfonía Patética, de Tchaikovsky; Resurrección, de Mahler) es evocar todos los mundos de belleza y grandeza musical. Por más de doscientos años las grandes sinfonías de los grandes compositores han sido las piedras fundamentales del repertorio de conciertos, y las mismísimas piezas que, para muchas personas, simbolizan la música clásica.

El precursor directo de la moderna sinfonía fue la obertura de la ópera italiana de principios del siglo XVIII. Esta forma, llamada “sinfonía” en italiano, constaba de tres movimientos separados, siempre en el orden rápido-lento-rápido. Hacia mediados del siglo, varios compositores empezaron a escribir sinfonías más elaboradas, ya no destinadas a la sala de teatro, sino para su interpretación en concierto. Estas fueron las primeras “sinfonías”, en el sentido actual del término, y si bien muchas de ellas estaban formadas por los tres movimientos tradicionales, en ocasiones los compositores expandían la forma para incluir cuatro movimientos. 

Los primeros compositores sinfónicos eran en su mayoría hombres cuyos nombres hoy en día no nos son muy familiares: una lista breve incluye a Giovanni Battista Sammartini (1698-1775), de Milán; Georg Matthias Monn (1717-1750), Georg Christoph Wagenseil (1715-1777), y Carl Ditters von Dittersdorf (1739-1799), de Viena; Johann Christian Bach (1735-1782), el hijo menor de J. Sebastian Bach, que se estableció en Londres; y Johann Stamitz (1717-1757), Ignaz Holzbauer (1711-1783) y Franz Xaver Richter (1709-1789), de Mannheim, Alemania, la ciudad que fue hogar de la orquesta más grande de la Europa de aquel momento.

Joseph Haydn (1732-1809), quien escribió 104 sinfonías, a menudo es llamado el padre de la sinfonía. No fue ni el primer compositor de sinfonías ni tampoco el más prolífico (Dittersdorf escribió más), pero sí fue el primero en demostrar en lo que la sinfonía podía transformarse en las manos de un genio. Dicho en términos simples: engrandeció la sinfonía escribiendo grandes sinfonías. Y su logro se vio reforzado por las hermosas y brillantes obras de su amigo y admirador, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que escribió cuarenta y una sinfonías. Una nota interesante: naturalmente pensamos en Haydn como un compositor “más antiguo” que Mozart, ya que había nacido mucho antes; pero Haydn escribió sus últimas ocho sinfonías, incluyendo las conocidísimas Militar, Del Reloj, Drumroll, y Londres, después de la muerte de Mozart.

Juntos, Haydn y Mozart establecieron los estándares de la estructura de la sinfonía clásica en cuatro movimientos. Esta estructura incluía un vivaz primer movimiento en forma sonata (a veces precedido por una lenta introducción), un segundo movimiento más lento, más lírico, un movimiento en minuet, y un último movimiento rápido. (Un movimiento en forma sonata consiste en tres secciones principales –exposición, desarrollo y recapitulación- usualmente seguidas por una coda, que lleva el movimiento hacia su final).

Ludwig van Beethoven (1770-1827) mantuvo el modelo en cuatro movimientos para sus sinfonías, y su lenguaje musical, en especial su lenguaje armónico, era sustancialmente el mismo que los de Haydn y Mozart. Pero Beethoven expandió la forma y la expresión sinfónica de innumerables maneras, y en la sinfonía, igual que en otras formas musicales, cimentó el camino desde la era Clásica hacia el Romanticismo. Beethoven escribió sinfonías más extensas, con introducciones lentas expandidas en algunos casos y secciones ampliando en gran medida las secciones de desarrollo y codas, y escribió sinfonías más grandes, más poderosas, intensas, dramáticas, para orquestas más grandes y potentes.

También reemplazó el minuet de la sinfonía clásica, con el scherzo, más rápido, más dinámico, y en el último movimiento de su Novena Sinfonía da el notable paso de aumentar la orquesta con voces solistas y coros. Es innegable la grandeza de Haydn y Mozart, pero como sinfonista Beethoven creó un corpus que no tiene parangón. Hasta nuestros días, sus sinfonías siendo obras monumentales, el estándar contra el que se comparan todas las otras sinfonías. Haydn y Mozart escribieron muchas más sinfonías que Beethoven, en conjunto, pero muchas de sus primeras obras son bastante ligeras, y sólo unas quince de las sinfonías de Haydn y diez de Mozart se interpretan con regularidad. De las nueve sinfonías de Beethoven, todas se tocan frecuentemente, y son obras maravillosas y sustanciales. Por lo menos cuatro (la Tercera, la Quinta, la Séptima y la Novena) son consideradas, por unanimidad, las más grandes obras maestras de la música occidental, y una (la Quinta) es probablemente la pieza más famosa en la historia de la música clásica.

Entre los grandes nombres de la composición sinfónica del siglo XIX, después de Beethoven, están Franz Schubert (1797–1828), Hector Berlioz (1803–1869), Felix Mendelssohn (1809–1847), Robert Schumann (1810–1856), Anton Bruckner (1824–1896), Johannes Brahms (1833–1897), Peter Ilyich Tchaikovsky (1840–1893), y Antonín Dvorák (1841–1904). Gustav Mahler (1860–1911) se ubica justo entre los siglos XIX y XX: compuso la primera de sus diez dantescas sinfonías durante la década de 1880, y la última (inconclusa) en 1910. Los sinfonistas más importantes del siglo XX han sido: el compositor finlandés Jean Sibelius (1865–1957), que escribió siete sinfonías entre 1899 y 1924; y tres rusos: Igor Stravinsky (1882–1971), Sergei Prokofiev (1891–1953), y Dmitri Shostakovich (1906–1975). 

El problema que se presenta al hacer una lista de importantes compositores sinfónicos es que la lista debe ser o demasiado larga o lamentablemente incompleta. Con apenas unas pocas excepciones dispersas (Frédéric Chopin, Gabriel Fauré, Claude Debussy, y Maurice Ravel, el principal), y excluyendo a aquellos que se han especializado en ópera u otras formas de música vocal, prácticamente todos los compositores importantes de los siglos XIX y XX han compuesto por lo menos una sinfonía. ¿Los músicos se cansan de la Quinta Sinfonía de Beethoven? ¿Es aburrido tocar una pieza que es más conocida que cualquier otra? No, no y no. Es emocionante tocar la Quinta Sinfonía de Beethoven. Y esta es una de las razones por las que es una obra maestra: no importa cuántas veces la hayas tocado –o escuchado-, no hay forma de evitar ser arrastrado por las primeras notas y hasta el mismísimo final. Sinfonía concertante. No es una sinfonía. El término es francés, un nombre muy común durante la era Clásica (aprox.1775-1820) para un concierto interpretado por dos o más solistas. 

El equivalente en italiano es “sinfonia concertante”. Los instrumentos solistas de una sinfonía concertante pueden ser cuerdas o vientos, o una combinación de los dos. Posiblemente el ejemplo más famoso de esta forma es la maravillosa Sinfonía Concertante que Mozart escribió para violín y viola.

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